Reincidentes

lunes, 13 de agosto de 2012

XXXV.


Un chasquido con los dedos de la conciencia y de a poco uno vuelve a ser lo que nunca debió dejar de ser. Hay que sacarse la telaraña del pecho y perderle el miedo a los errores. Reconocerse en cada uno de ustedes es comprender que a pesar de que los caminos se bifurcan todo rumbo es correcto. Pero saberse inexacto, imperfecto e ignorante borra la amargura de los labios de mis pies y me deja caminar más liviano que la luna. No necesito limpiarme de recuerdos, ni alterar mis sueños. No necesito morder lo externo cuando el infierno siempre estuvo en uno. No necesito de mi estupidez para afrontarme. No necesito de la boca para besar, ni de palabras para abrigar. Necesito sentarme en el umbral de esa mirada que pateé hace años y contemplar el infinito paisaje que me ofrece bailar desde tus ojos.