Reincidentes

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Evocación



No te quedes
con la resaca del recuerdo
ni la costumbre de escupir el cielo
del pasado.
No te pierdas
en la espesura del frío
ni en el corazón de la noche.
No te busques
en la mirada del tiempo
ni en la piel de la soledad.
No me toques en tu memoria
con los largos dedos de la mentira
ni enciendas un fuego del repaso
con la amargura del vacío.
No mates las huellas
con tu antitético presente
y no te escapes de vos.
Te extrañas y se nota.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Arrugas de la ausencia




Gira la cuchara en la taza,
el café despierta mi olfato
y sobre la mesa el tedio me mira fijo.
En el baño un espejo
delata el tiempo,
se ríe y luego
llora.
Salgo…
El asfalto me muerde los tobillos.
Camino por la plaza de las huellas
en donde nos conocimos,
en las pequeñeces me siento
y me pierdo en la entelequia.
Cuando vuelvo,
el sol bosteza y la mirada se agudiza
en una, dos, tres, cuatro palomas
que me observan y no entienden,
o por lo menos eso parece.
Un perfume vuela
y me lleva hasta vos,
¿qué estarás haciendo ahora?
Seguro estás tomando mate con bizcochos
con Alicia y el conejo,
o tal vez leés el libro
que te regaló Wendy.
¿Quién sabe?
Hasta quizás estás pensando en mí.
La risa de una nena
me desvela.
La busco y no la encuentro;
la miopía y mi vanidad
me vencen otra vez.
Suenan campanas,
son las siete, hay que ir a la nostalgia
y, cuidadoso, traer algún que otro recuerdo.
No tienen fecha de vencimiento,
pero la otra vez me sostuve de uno
que me hizo bastante mal.
A veces es mejor no pensar,
me dice una hoja que cae del árbol,
hace dos vueltas carnero
y yace en mi mano.
Al tiempo, fragmento sus alas
en uno, dos, tres, cuatro pedazos,
las hormigas la suben a su lomo
y yo, trepo mi vista a esa perfección,
que abrupta, una suela rompe
con la torpeza que sólo puede tener un hombre apurado.
El sol se aburre,
una vez más,
y cierra los párpados el día.
Vuelvo a casa.
La oscuridad entra por la ventana
y viaja en puntas de pie
por todos los rincones.
A veces me da miedo
y prendo todas las luces,
entonces respiro…
Es irónico,
nunca entendí la razón.
Hay preguntas que no tienen porqués,
grita la vida
y su injusta manera de jugar
se me mete por los huesos.
Voy a nuestra habitación,
enciendo el velador y mis ojos,
la angustia espera alerta,
te miro en sepia,
le seco la mejilla a la foto
y te extraño;
hace uno, dos, tres, cuatro años
que duermo solo.


17/11/2007